Amor de Madre, Amor en el Alfajor. Órganos, Piura. Julio 2014

Esa mañana navegando hacia el Ñuro con Pacifico Adventures, en donde bucearíamos con las tortugas marinas, recibimos un gran regalo de la Madre Mar, de la Madre Tierra: una ballena jorobada madre y su cría nos dieron el encuentro. Fuimos testigos de la atención, delicadeza y amor con que la madre ballena iba enseñando a su bebé a respirar la vida, a nadar con cuidado y confianza por las corrientes del océano.

 

Esa misma noche un grupo de amigos visitantes y residentes, fuimos agasajados por nuestra familia norteña Belén y Sebiche, con frutos que el mar había provisto. Esa noche al ir finalizando la cena, Belén nos ofrece un alfajor decorado como nunca había visto uno ¡Tenía todo un Universo en su capa superior! Al probarlo parecía la ambrosía misma y enviado por la diosa Hestia. Fue toda una revelación del amor expresado en plenitud a través de un alimento. Hay alimentos que en su composición nutricional no son las más saludables, pero que contienen todo el amor de la persona que lo preparó y son un regalo para el espíritu de uno que vale disfrutarlo con total disposición y corazón abierto. 


Desde el primer bocado que saboreé, casi me derrito. Las finas capas de masa suave, preparadas con la proporción exacta de sus ingredientes,  hicieron que casi se desvanezca como la magia misma. Mientras lo saboreaba, percibía ese toque sutil saladito que se mezclaba a la perfección con el manjar blanco. ¡Cada rincón de mi ser saltaba de emoción! Una y otra vez, bocado tras bocado, la magia se iba expandiendo y envolviéndome con un abrazo lleno de amor que venía desde el corazón de ese alfajor. A su vez, mi corazón se iba abriendo y el tiempo parecía desaparecer; presente, pasado, futuro en un solo instante.


-¡Quién ha preparado este alfajor! - logré comunicar en medio de ese éxtasis, que parecía imposible hacer otra cosa que no fuese solo entregarme a la magia del alfajor.

- Maru, una chica que hace postres aquí en Órganos – me respondió Belén y lo sentí como si me estuviese dando la pista hacia un gran tesoro. De chica me encantaba jugar en la playa a la búsqueda de los tesoros. En esta maravillosa playa norteña, había encontrado un tesoro más, que era compartido por todos los visitantes y locales que tienen la fortuna de conocer, compartir y probar los deliciosos y mágicos postres de Maru.

Continúe saboreando lentamente, mientras recibía ese gran amor que brotaba del alfajor. Algo en la memoria de mi cuerpo empezó a reconocer algo que antes ha vivido, un alimento que transmite puro amor, y que es lo que me mueve e inspira a cocinar y brindar alimento para el cuerpo, mente y espíritu. Reconocí el don de la madre que alimenta con amor incondicional. Reconocí a mi abue, a mi madre, a mi hermana y sobretodo reconocí a mi mama. Fuimos alimentados y criados en el hogar que crecí por una grandiosa, amorosa y risueña mujer que dedicó toda su vida y amor a mi familia, Carmen Pacherres Jaramillo. Mi hermana y yo la reconocemos no sólo como una madre más, sino también como nuestra gran mentora en las artes culinarias. Desde que tuvo 16 años empezó a trabajar con mis abuelos maternos. La mama, mamu, mamucha como le llamábamos era de un pueblo llamado Huangala en Piura, y ahí estábamos mi hermana, Penélope y yo en Piura a pocos días de su cumpleaños, reconociendo a través de las manos de otra mujer, su más grande transmisión: el amor incondicional a través del alimento.


  
                                                                            
Al día siguiente, sin esperar más, fui en busca de la madre del alfajor. Llegué a su cálido hogar. Este irradia alegría, paz y magia manifestada no solo en sus postres, sino también en cada rincón decorado con los tesoros del mar y la tierra. Con sus dibujos, mensajes de amor y agradecimiento a la vida. Su casa podría ser la de un cuento y esta brujita dulce es frecuentada por adultos y niños de Órganos que reciben su amor a través de sus manjares y pequeños tesoritos que el mar de vez en cuando le ofrenda en sus orillas.

Hoteles y hogares le hacen pedidos para poder compartir estas delicias con sus huéspedes.

 
Maru limeña de nacimiento, llegó a Órganos hace 5 años con sus dos hijas, Nicole y Zoe en busca de una mejor calidad de vida. Saruca, su abuela a quién llamaba abu o abue, tenía pelo blanco, le leía cuentos, la llevaba a retiros del Opus Dei de pequeña y fue quién le enseñó todo lo que sabe de postres. Es ahí en ese rincón piurano en donde volcó todas las dulzuras de  Saruca para que fuese su medio de vida. 

  
 

No hay duda alguna que Maru encontró una mejor calidad de vida porque todo en ella irradia la gratitud y satisfacción de encontrarla en cada uno de sus días llenos de dulzura y amor, a orillas norteñas de la Madre Mar. Su mejor ingrediente para ello, escrito en la pared de su casa: “Avanzo porque me mueve el amor” y nos pide “ Tengan la bondad de ser felices”.