Lima, Perú. 07 de diciembre de 2007
“La seguridad alimentaria siempre ha dependido del libre intercambio de los cultivos y el germoplasma que han creado, a lo largo de 10 000 años, los campesinos de todo el planeta. Desde los inicios de la agricultura se han utilizado más de 7000 especies para obtener alimentos y piensos, y hoy 30 cultivos proporcionan el 95% de nuestra energía alimentaria (sólo el trigo, el arroz y el maíz aportan más del 50%). La mayor parte de estos recursos fitogenéticos no pueden sobrevivir en forma silvestre, se mantienen, literalmente, en las tierras agrícolas, sobre todo en los países en desarrollo”.
Así es como se expresa el departamento de Agricultura Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, siete años después de aquel 3 de noviembre de 2001, cuando los 180 países reunidos en la Conferencia de la FAO adoptaron un Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura cuyo objetivo central se refiere la conservación y utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de su utilización, en armonía con el Convenio sobre la diversidad biológica, para la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria.
De manera que, cuando hablamos de la extraordinaria agrobiodiversidad que posee nuestro país, indubitablemente hemos de referirnos a las acciones que las comunidades nativas, campesinas y la población rural, realizan esforzadamente y muchas veces sin las condiciones necesarias ni el apoyo requerido para trabajar, buscando preservar ese legado alimentario recibido desde hace más de diez mil años, hecho a base de nuestros invaluables productos nativos y por eso es que el Tratado reconoce su enorme contribución a la conservación y desarrollo de los recursos naturales nativos y sus parientes silvestres, e insta a los gobiernos para asumir la responsabilidad de materializar los derechos del agricultor.
Cuando en julio del 2003 el Consejo Nacional del Ambiente –CONAM y el Instituto Nacional de Investigación Agraria –INIEA, formulan el estudio para sentar las Bases del Programa Nacional de Agrobiodiversidad reconocen que la región geográfica donde se ubica el Perú (Andes) es considerada uno de los centros mundiales con mayor diversidad de recursos genéticos para la agricultura y la alimentación, siendo centro de origen de varias de las principales especies cultivadas del mundo y poseedor de una gran reserva de recursos y un bagaje de conocimientos asociados al manejo tradicional de los agroecosistemas realmente trascendente y establece la necesidad de “contribuir a la conservación, el aprovechamiento sostenible y la gestión participativa de la agrobiodiversidad, partiendo de su identificación, caracterización y valoración, conrespeto a la cultura local; en un marco legal y político favorable y, en un contexto de equidad para las comunidades usuarias y conservadoras”.
Uno de los elementos fundamentales para que estos objetivos y planteamientos lleguen a buen término, es sin duda, la sensibilización y educación de la sociedad en su conjunto para entender la importancia que tiene la valoración cultural y económica de la agrobiodiversidad y sobre todo la preservación del uso de las tecnologías tradicionales nativas como parte consustancial de nuestra propia identidad como país. Para ello es necesario establecer planes y programas orientados a desarrollar capacidades y habilidades que garanticen precisamente esa vigencia de conocimientos adquiridos en siglos de prácticas agrícolas en fusión armoniosa con la tecnología que ofrece la modernidad.
“La seguridad alimentaria siempre ha dependido del libre intercambio de los cultivos y el germoplasma que han creado, a lo largo de 10 000 años, los campesinos de todo el planeta. Desde los inicios de la agricultura se han utilizado más de 7000 especies para obtener alimentos y piensos, y hoy 30 cultivos proporcionan el 95% de nuestra energía alimentaria (sólo el trigo, el arroz y el maíz aportan más del 50%). La mayor parte de estos recursos fitogenéticos no pueden sobrevivir en forma silvestre, se mantienen, literalmente, en las tierras agrícolas, sobre todo en los países en desarrollo”.
Así es como se expresa el departamento de Agricultura Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, siete años después de aquel 3 de noviembre de 2001, cuando los 180 países reunidos en la Conferencia de la FAO adoptaron un Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura cuyo objetivo central se refiere la conservación y utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, y la distribución justa y equitativa de los beneficios derivados de su utilización, en armonía con el Convenio sobre la diversidad biológica, para la agricultura sostenible y la seguridad alimentaria.
De manera que, cuando hablamos de la extraordinaria agrobiodiversidad que posee nuestro país, indubitablemente hemos de referirnos a las acciones que las comunidades nativas, campesinas y la población rural, realizan esforzadamente y muchas veces sin las condiciones necesarias ni el apoyo requerido para trabajar, buscando preservar ese legado alimentario recibido desde hace más de diez mil años, hecho a base de nuestros invaluables productos nativos y por eso es que el Tratado reconoce su enorme contribución a la conservación y desarrollo de los recursos naturales nativos y sus parientes silvestres, e insta a los gobiernos para asumir la responsabilidad de materializar los derechos del agricultor.
Cuando en julio del 2003 el Consejo Nacional del Ambiente –CONAM y el Instituto Nacional de Investigación Agraria –INIEA, formulan el estudio para sentar las Bases del Programa Nacional de Agrobiodiversidad reconocen que la región geográfica donde se ubica el Perú (Andes) es considerada uno de los centros mundiales con mayor diversidad de recursos genéticos para la agricultura y la alimentación, siendo centro de origen de varias de las principales especies cultivadas del mundo y poseedor de una gran reserva de recursos y un bagaje de conocimientos asociados al manejo tradicional de los agroecosistemas realmente trascendente y establece la necesidad de “contribuir a la conservación, el aprovechamiento sostenible y la gestión participativa de la agrobiodiversidad, partiendo de su identificación, caracterización y valoración, conrespeto a la cultura local; en un marco legal y político favorable y, en un contexto de equidad para las comunidades usuarias y conservadoras”.
Uno de los elementos fundamentales para que estos objetivos y planteamientos lleguen a buen término, es sin duda, la sensibilización y educación de la sociedad en su conjunto para entender la importancia que tiene la valoración cultural y económica de la agrobiodiversidad y sobre todo la preservación del uso de las tecnologías tradicionales nativas como parte consustancial de nuestra propia identidad como país. Para ello es necesario establecer planes y programas orientados a desarrollar capacidades y habilidades que garanticen precisamente esa vigencia de conocimientos adquiridos en siglos de prácticas agrícolas en fusión armoniosa con la tecnología que ofrece la modernidad.
Víctor Herrera La TorrePresidente Ejecutivo de Gastrotour Perú
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